Proyecto FIC-R capacita a productores agrícolas de la V Región en cultivo ecológico del tomate

8 · octubre · 2019

La iniciativa liderada por la investigadora de la USM Dra. Marcela Carvajal, busca cuantificar el efecto de los manejos agronómicos convencionales versus los manejos orgánicos sobre la microbiología del suelo y estudiar el impacto de Bioinsumos basados en microorganismos.

Cómo cultivar tomates más nutritivos y plantas más resistentes usando productos de origen orgánico, es parte lo que están aprendiendo productores de la V Región gracias al proyecto FIC-R “Microbiología del tomate agroecológico”, que llevan a cabo investigadores de la Universidad Técnica Federico Santa María.

La iniciativa liderada por el Centro de Biotecnología “Dr. Daniel Alkalay Lowitt” (CB-DAL) y el Departamento de Química de la USM, contempla entre sus actividades de difusión el desarrollo de talleres gratuitos en Limache y Quillota dirigidos a productores de todos los niveles, en donde podrán aprender de manera práctica cómo elaborar bioinsumos y cómo aplicarlos en sus cultivos, al tiempo que estudia si con ellos es posible reducir la aplicación de pesticidas. Estos pueden elaborarse a partir de compost, bokashi —compost acelerado con microorganismos— y microorganismos como el hongo benéfico Trichoderma.

“Los bioinsumos son productos biológicos obtenidos a partir de organismos vivos o sus derivados, en el proyecto trabajamos con bioinsumos en base a bacterias y hongos”, explica la Dra. Marcela Carvajal, investigadora asociada del Departamento de Química de la USM y directora del proyecto.

“Se sabe que la diversidad y el tipo de microorganismos presentes en el suelo de los cultivos impacta directamente a las plantas, en su sistema de defensa, estimulando su crecimiento, su respuesta frente a distintos tipos de estrés, calidad nutricional, etc”, añade. “El uso de bioinsumos y tratamientos orgánicos, tales como compost, bokashi, guano, etc, estimula la microbiota de suelos, independiente de su grado de degradación o exposición a manejos agrícolas basados en pesticidas sintéticos”.

La idea detrás de estas capacitaciones es promover la autosustentabilidad y el cultivo ecológico del tomate. “Hacer sus propios bioinsumos para los productores implica disminuir costos en su producción, porque estos son caros en el mercado. También aplicar compost o bokashi facilita el tratamiento de sus residuos internos, ya que ellos mismos pueden elaborar compost usando sus propios residuos vegetales”, agrega la Dra. Carvajal.

Transferencia de conocimiento

Hasta el momento se ha realizado un taller para productores en Limache, sobre cómo preparar insumos en base a bacterias Bacillus, que son comercialmente conocidas, y cómo reconocer compost de buena calidad y prepararlo. En noviembre se repetirá  la instancia para productores de Quillota, para continuar en enero de 2020 con talleres sobre la preparación de insumos en base a hongos Trichoderma y cómo identificar y hacer un bokashi de buena calidad.

“Los talleres buscan traspasar conocimientos que muchos productores ya tienen, pero de una manera más específica”, señaló la directora del proyecto FIC-R. “Les contamos que según sus propiedades biológicas, hay microorganismos mejores que otros, y les entregamos tips para que ellos puedan seleccionar aquellos que funcionen mejor de acuerdo al estado de sus suelos. Todo esto, a través de actividades prácticas y ejemplos muy sencillos, con procedimientos muy fáciles que ellos pueden hacer en casa. No son soluciones rebuscadas ni de alto costo”, manifiesta la investigadora.

Asimismo, agrega que “la inoculación de microorganismos benéficos favorece las relaciones microbiológicas y mejora la estructura físico-química del suelo. Es muy parecido al impacto que la microflora intestinal tiene en la salud humana, por ejemplo”.

“Es por ello que el proyecto busca fomentar el cambio cultural que tanto se necesita, cuyo enfoque es el cuidado preventivo del suelo, considerándolo como un factor crucial en el éxito de la productividad agrícola; dicho enfoque debe ser siempre preventivo, dando importancia a los microrganismos que habitan y se relacionan con las plantas, especialmente en la rizósfera”, sostiene la Dra. Carvajal.

Un futuro orgánico

“La alta convocatoria que tuvimos en el primer taller nos tiene bastante orgullosos, porque demuestra que hay un interés transversal en el tema”, sostiene la Dra. Carvajal. “Si bien el uso de bioinsumos ya es conocido y hay productores con prácticas bien agroecológicas, el interés es creciente por descubrir nuevos tratamientos. Además, el proyecto logrará determinar cuantitativamente el efecto de estos bioinsumos, entregando información sobre de qué forma cambia la microbiología del suelo, algo que no se ha estudiado antes”.

De acuerdo con la investigadora, “se percibe también que hay una conciencia colectiva respecto al impacto que tiene el uso de pesticidas y el deseo de ir convirtiéndose de a poco al manejo agroecológico, algo que se ve desde el pequeño productor hasta el grande”.

“Para ellos esto implica un gran salto y una gran inversión, pero al convertirse en productores orgánicos tendrán cada vez más beneficios en el tiempo. Esperamos que de apoco se ayude a estos productores, como una forma de subvención estatal, para que el costo de ser orgánico sea más bajo y así incentivarlos, ya que muchos quieren hacer este cambio”, finalizó.

El proyecto “Microbiología del tomate agroecológico” es financiado por el Fondo de Innovación para la Competitividad, otorgado por el Gobierno Regional de Valparaíso. El estudio permitirá conocer la importancia de la microbiología del suelo desde un aspecto cuantificable, mostrando la diversidad de bacterias y hongos presentes en los distintos suelos de los productores, cuál es el impacto de los tratamientos agrícolas convencionales sobre estos microorganismos y cuánto mejora la diversidad cuando se aplican tratamientos orgánicos al suelo.

Junto a la Dra. Carvajal, colaboran en este proyecto el Dr. Michael Seeger, investigador y académico del Departamento de Química; Alejandra Vergara como asistente científico; Fernando Dorta, de apoyo académico; Alexis Velásquez, estudiante de doctorado en Biotecnología; y Débora Meza, Makarena Olivares y Pamela Jeldres, tesistas. Con ellos, también, participan las empresas Mavida y la consultora Maitec.

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